jueves, 30 de septiembre de 2010

Y qué?

Y qué si un subgrupo de la sociedad me ofrece un trío? Y qué si de repente a pesar de mis ganas me entra el temor y me voy a casa debajo de mis acojedoras sábanas a escribir estas pocas palabras inconexas? La sociedad es demasiado exigente para la calidad de lo que ofrece. El tiempo a dedicar siempre me parece demasiado grande comparado con lo que en promedio tu alrededor te ofrece. La presión social es algo que puede llegar a pesar mucho, desviarte de tu yo mientras buscamos un tú o un ellos que formen el escenario en el que representar tu vida y el público que observa, que aplaude, que abuchea, que ama, que odia... Y esa búsqueda podría ser infinita si no apreciamos unas pocas cosas:

No existe el amigo de tu vida, sólo una nube difusa de gente que te acompaña en un deltaté haciedote feliz por entonces. No existe el amor perfecto, sólo aquel que por un tiempo te comprende y te da el sexo que satisface tus gustos y deseos. Ni si quiera existe el tiempo perfecto, sólo una penosa superposición de momentos que no tienen otro remedio que formar una vida, que casualmente es la tuya y que representas de forma torpe e imprecisa.

Sin embargo en ese pequeño lapso de tiempo somos nosotros los que debemos elegir qué amigos y qué amor imperfecto nos debe acompañar, somos nosotros los que debemos decidir si un trío un dueto o un singlet se ajustará en nuestro timetable. Somos nosotros los que decidimos, y esa elección a la vez que nos da libertad nos restringe con lo pesado de su responsabilidad. Pero al igual que no podemos pararnos en el escenario de otro como meros espectadores, no podemos aletear de forma indefinida en busca de infinitos actores de nuestra vida o de los actores perfectos. Nuestra actuación ha ser primaria en nuestra historia; secundaria, sabia y ágil en la de algunos otros; inexistente en la de la mayoría...